Autoestima: cómo construir una relación sana contigo mismo

La forma en que nos percibimos y nos hablamos a nosotros mismos tiene un impacto inmenso en cómo vivimos nuestras vidas. La autoestima no es solo "sentirse bien", es una construcción que se nutre a diario con las acciones que tomamos, la manera en que nos tratamos y lo que creemos sobre nosotros mismos.

El efecto Pigmalión: el poder de las expectativas
¿Sabías que las expectativas que otros tienen de nosotros pueden influir en nuestro rendimiento y autopercepción? Este fenómeno se conoce como efecto Pigmalión. Por ejemplo, si alguien cercano constantemente nos dice que no somos lo suficientemente buenos o capaces, con el tiempo podríamos interiorizar esa idea y actuar de acuerdo a ella (Rosenthal & Jacobson, 1968). Este efecto no solo aplica a las opiniones de los demás, sino también a cómo nos hablamos internamente. Si repites frases como "No soy capaz", "Siempre fallo", tu cerebro acaba creyéndolo y actuando en consecuencia.

Por eso, ser impecable con tus palabras, como lo propone Miguel Ruiz en su libro "Los Cuatro Acuerdos" (1997), es clave. Ruiz sostiene que las palabras tienen un poder creador: lo que decimos sobre nosotros mismos puede ser un veneno que nos limita o un antídoto que nos fortalece. Así que pregúntate: ¿Cómo me estoy hablando? ¿Usas palabras amables contigo mismo o te criticas constantemente?

La influencia de las opiniones de los demás
Muchas veces nuestra autoestima se tambalea porque dependemos excesivamente de la aprobación externa. Es natural querer gustar y ser aceptados, pero cuando dejamos que las opiniones ajenas definan nuestro valor, perdemos el control de nuestra propia percepción.

La psicóloga Brené Brown, experta en vulnerabilidad y autoestima, lo explica así: "Cuando nos liberamos de las expectativas de los demás, podemos empezar a ser nosotros mismos y a valorarnos desde la autenticidad" (Brown, 2015). Aprender a confiar en nuestro criterio y no en las valoraciones externas es un paso esencial hacia una autoestima saludable.

El autocuidado: tratarte como tratarías a un ser querido
Construir una autoestima sana también tiene mucho que ver con las acciones que tomamos para cuidarnos. Si constantemente ignoramos nuestras necesidades físicas, emocionales o mentales, estamos enviando un mensaje claro: “No soy una prioridad”.

El autocuidado no es egoísta, es necesario. No se trata solo de descansar o darse un capricho, sino de escucharse y respetarse. Pregúntate:

  • ¿Cómo puedo cuidar mi cuerpo hoy?

  • ¿Qué necesita mi mente para sentirse en calma?

  • ¿Qué me gustaría hacer para sentirme bien conmigo mismo?

Cómo construir una autoestima saludable: pasos prácticos

  1. Identifica tu diálogo interno negativo: Presta atención a las frases que te dices. ¿Te insultas, te menosprecias? Escríbelo para hacerlo consciente.

  2. Cámbialo por afirmaciones más amables: Por ejemplo, si piensas "Siempre lo hago mal", prueba con "Estoy aprendiendo y mejorando cada día".

  3. Celebra tus logros, por pequeños que sean: Reconocer tus esfuerzos refuerza una imagen positiva de ti mismo.

  4. Rodéate de personas que te sumen: Busca relaciones donde te sientas aceptado y apoyado.

  5. Practica el autocuidado diario: Haz algo cada día que te demuestre que eres importante: puede ser un paseo, leer un libro, o simplemente descansar.

Conclusión: sé tu mejor aliado
La autoestima no se construye de la noche a la mañana. Es un proceso en el que aprendemos a tratarnos con amabilidad y respeto. El primer paso es escuchar cómo te hablas y recordarte que mereces el mismo cuidado y compasión que ofrecerías a alguien a quien amas.

Como bien dice Miguel Ruiz: "Sé impecable con tus palabras. Habla con integridad. Di solo lo que quieres decir. Evita las palabras que te dañan, tanto hacia ti como hacia los demás". Cuando empiezas a hablarte desde el amor y el respeto, tu relación contigo mismo comienza a transformarse.

Anterior
Anterior

El primer paso: cómo superar el miedo a empezar terapia

Siguiente
Siguiente

Cómo dejar una relación que te hace mal: Reconocer, decidir y sanar